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lunes, 8 de enero de 2018

Adolescentes: su tiempo y nuestros métodos.

Con toda la buena voluntad, intenciones y fundamentos, administraciones públicas (Servicios Sociales, Juventud, Educación, Deportes…), entidades, empresas, familias y profesionales queremos organizar la vida de las personas adolescentes desde bien temprano hasta la hora de dormir.

Tenemos la decisión de destinar recursos y tiempo a chicas y chicos a través de actuaciones dirigidas a mejorar sus habilidades, conocimientos, valores, rendimiento académico… para conseguir una adecuada socialización y garantizarles eso que denominamos futuro. Son loables y seguiré creyendo en ellas, pero si tengo que ser sincero creo que nos estamos pasando algunos pueblos. Voy a intentar explicar  por qué.


Qué hagan deporte, que pertenezcan a una asociación o colectivo juvenil, que dispongan de espacios de encuentro, que regresen al sistema educativo quienes lo han abandonado, que sepan qué es la solidaridad, la igualdad, la tolerancia, la participación, la defensa del medio ambiente, luchar contra el racismo, el machismo, la homofobia, la xenofobia,  sobre educación afectivo-sexual, que sepan de la importancia de lo comunitario, que hay que trabajar en equipo, respetar otras opiniones…todo muy necesario, sí, igual de imprescindible es que tengan tiempo para ser adolescentes y no personas adultas en pequeño formato.

Tenemos la mala costumbre de pensar que la adolescencia es un pozo sin fondo donde verter todo aquello que consideramos que han de aprender y rápido ¿De verdad pensamos que todos aquellos contenidos que les trasladamos se les quedan de forma indeleble en su cerebro para siempre? Parece que no hemos tenido jamás 15 años.

Hace poco, leí que los y las adolescentes no saben discernir sobre la publicidad machista. Todo un descubrimiento.  Recuerdo que yo, y seguro que tú también,  a los 13 entendía 2001: Una odisea en el espacio, leía la Crítica de la Razón Pura de Kant y todo aquello que veía en TV lo asimilaba a la primera ¿Qué estamos exigiendo? ¿Que sean más listos/as que nosotros/as a su edad? ¿Por qué? ¿Tú lo entendías todo a los 14? ¿Te preocupaba? Entonces ¿Qué queremos? ¿Qué sean personas adultas cuanto antes y dar el menor follón posible?

A veces pienso que estamos tan ávidos/as  de que lo aprendan todo y no les pase nada que lo que estamos consiguiendo es que carezcan de los más mínimos auto-aprendizajes ¿Quién no ha sido un cafre de adolescente? ¿Qué chico o chica no ha tenido problemas con su familia? Y ahora, qué pasa con los que fuimos adolescentes problemáticos ¿Somos todos/as unos/as delincuentes o estamos fuera del sistema?  Lo que a ti te importa mucho que los y adolescentes sepan o conozcan de inmediato, a ellos y ellas les importa un comino, y más aún si  desarrollas esos contenidos como si fueran una asignatura, aburridas hace 40 años y ahí siguen, soporíferas para cualquier adolescente. A lo mejor quienes tienen que cambiar su forma de hacer las cosas somos nosotros/as para conseguir el objetivo primordial: que les interese lo que decimos.

Creemos, con la buena intención que nos caracteriza, que todo lo hacemos por su bien, aunque ellos y ellas no lo comprendan, ni falta que les hace. Hasta les hablamos de algo como la salud, como si fueran a entender lo que significa eso de “cuando seas mayor te pasará factura”. Nosotros/as hablándoles de lo malas que son las drogas para su salud futura y ellos/as comprobando los efectos inmediatos de algunas sustancias, en muchos casos placenteros. No creen nuestra hipocresía.

Desde hace tiempo estoy poco preocupado por los contenidos y mucho por las metodologías y ver cómo sería la mejor manera de acercarnos en la actualidad a los y las adolescentes sin que suponga una intromisión por nuestra parte, haciéndoles ver que nos preocupamos, que estamos ahí pero dejándoles sus espacios. Nada mejor que leer estaentrevista de hace unos meses al maestro Jaume Funes en el blog de  Tiching para comprender esta cuestión.

Creo que ahí está la cuestión principal que nos debería preocupar y menos todo aquello que queremos insuflar en su vida diaria para que lo aprendan o asuman cuanto antes.

Invadimos sus espacios constantemente. Es como si los/as adultos/as tuviéramos durante gran parte del  día a una serie de personas por encima de nosotros/as diciéndonos a cada momento lo que tenemos que hacer y lo que es bueno y es malo.

Todos y todas queremos hacernos un hueco en el tiempo de los y las adolescentes y, claro, no hay forma. Al final cada uno/a tenemos nuestra parcela e intentamos hacer lo mejor posible.

Lo peor no es la descoordinación sino que un chico o una chica que está destinando su tiempo (por imperativo o por motivación propia) a tu programa, a lo mejor su sitio estaría en otro proyecto, pero para eso tendríamos que saber qué estamos haciendo con los y las adolescentes en nuestro ámbito.

A veces pienso que queremos hacerles adultos/as  cuanto antes, parece que tenemos prisa por que sepan y comprendan todo, en definitiva: no sabemos qué hacer con los y las adolescentes, no encajan en nuestra vida. La adolescencia nunca ha encajado.

¿Y cómo nos acercamos?  Perdonarme, pero a veces nos falta ir con una cuerda para tirarles el lazo. Queremos que dediquen sus horas libres  completamente a nuestra película, sin tener en cuenta que estamos supeditando su tiempo a nuestros intereses.

Me he quejado algunas veces del trato que recibimos en algunos centros de secundaria cuando vamos con alguna iniciativa de estas características, pero también reflexiono sobre qué pensará un/a director/a de instituto cuando nos vean llegar: ¡Otro que viene a dar charlas!

La charla. Instrumento del que por algún arte de magia estamos seguros/as que en 50 minutos y sin ninguna actuación  más que la apoye, vamos a conseguir que se interesen que lo comprendan y, encima, que lo aprendan y se les quede para toda la vida el contenido que vamos a tratar. Qué ilusos/as.

Después de muchos años en esto, de haber dado muchas charlas en institutos en mi juventud sobre temáticas diferentes, he comprobado que, por muchas charlas que se dan, los problemas que dicen atacar, con el paso del tiempo y de miles de charlas,  siguen ahí. Con lo cual, no tengo más remedio que decir que las charlas las hacemos para nosotros/as, para padres y madres, para el Instituto, para la administración, para nuestra asociación o empresa, pero no para los y las  adolescentes. A ellos y ellas, en general y a esa edad, les importa una mierda lo que estás diciendo, y si consigues que a un grupo le importe gracias a tu poder comunicativo, a los dos días ni se acordarán de ti ni de lo que hablaste.

Afortunadamente, también existen programas estables por parte de la administración (de forma directa, a través de asociaciones o empresas o vía subvenciones a entidades) y por Fundaciones que dedican su presupuesto a intervenciones sociales, destinadas a adolescentes, en diversos campos de actuación. Yo mismo coordino uno de ellos.

Actividades socioeducativas, refuerzo escolar, extraescolares en los centros y las que proponen administraciones y ONG´S en esos lugares, oferta de ocio muy amplia y, además, los talleres, cursos y actividades que papá y mamá creen que debe hacer por su bien y mirando por su futuro.

Está muy bien, sí, pero eso es lo que queremos las personas adultas que creemos que todo esto puede ayudar a construir  una sociedad mejor y, sobre todo, que nuestro hijo o hija tenga lo que no tuvimos nosotros/as. Los y las adolescentes están pensando en otras cosas, puede que en las mismas en qué pensabas tú cuando tenías 15 años, y encima con internet.

¿Y qué quieren? Pues creo que lo mismo que quería yo: divertirme, ser aceptado por el grupo, tener amigos y amigas y estar conectado/a con ellos y ellas, alguien en quién depositar los sueños de amor, sentirse querido/a por su familia sin que se meta en sus asuntos y descubrir el mundo con sus iguales al lado, no contigo.

¿Estoy diciendo que debemos de dejar de intervenir con los y las adolescentes? No, ni mucho menos. No lo digo porque perdería mi trabajo sino porque creo que es importante acompañarles en su proceso, pero deberíamos poner algo más de sentido común a nuestras buenas intenciones.

Sentido común basado en la coordinación de lo que se hace. No podemos tener estresados de lunes a domingo a chicos y chicas que han de hacer malabares para encontrarse con sus iguales en espacios propios sin la presencia de personas adultas.

¿Existe coordinación? Pues obviamente, no. Cada uno /a con nuestro programa sin saber nada de lo que hace el de al lado, en ocasiones con los y las mismos/as protagonistas.

En otros post lo he tratado, no podemos perder de vista el principal competidor que tenemos a la hora de disputarle el tiempo al que los adolescentes prestan su atención: la industria del entretenimiento. Ante ella no tenemos nada que hacer ni podremos competir nunca. Y ¿Cuál es nuestra estrategia? Pues más entretenimiento. Si no querías caldo, dos tazas rebosantes. Sinceramente no sé si es asunto de la administración pública ofrecer entretenimiento a los y la adolescentes, por coherencia, por ley y por presupuestos, tan escasos siempre para proyectos y programas estables como abundantes para fuegos de artificio que por no servir no creo  que sirvan ni a los políticos/as para sacar más votos.

Como os comentaba antes, todos y todas vamos a los institutos como lugar en donde buscarlos y poder realizar nuestros justificados y fundamentados proyectos y, claro, cada uno por su lado a vender su moto. Moto que no sería necesario vender si en todos los centros de educación secundaria existieran educadores/as sociales que se ocuparan de planificar las acciones en este  sentido que se realizan en cada instituto. No es suficiente con orientadores/as o PTSC que están desbordados/as y que su trabajo es otro. Hacen falta profesionales que estén muy cercanos a los y las adolescentes y que ellos y ellas lo sepan.

Sería necesario la planificación de acciones y que tuvieran eco en ella,  por supuesto, otras actuaciones que quisieran implementar administraciones, organizaciones o empresas, pero enmarcándolas en una estrategia  municipal asumida por todos los agentes, dejando siempre tiempo para que los y las educadores/as sociales tuvieran espacios para crear vínculos con alumnos y alumnas.

Que no haya en todos los centros educativos educadores/as sociales es simplemente una prueba de lo que importan chicos y chicas.

Además de los centros educativos como territorio juvenil tenemos los espacios jóvenes, lugares ideales para que chicos y chicas puedan pasar un rato entre iguales y tengan la oportunidad de realizar otras actividades en función de sus intereses y, sobra decirlo, acompañados/as por profesionales que sepan cuál es su trabajo.

Lamentablemente, son muchos los espacios juveniles que son usados la mayor parte del tiempo por niños y niñas y por personas adultas que van a hacer zumba. Nunca creí que entre las ocupaciones de la administración estaría mantener gimnasios a bajo precio en espacios dedicados a los y las jóvenes.

Y afortunadamente son muchos los espacios juveniles que nos demuestran que se puede hacer una gran labor de acompañamiento con lugares de encuentro, creando vínculos y utilizando metodologías participativas. La fórmula está y funciona, sólo hace falta utilizarla y destinarle los recursos necesarios.

¿Qué a un espacio sólo pueden ir unos/as cuantos/as? Evidente. Por eso no hay que ir a construir sólo centros juveniles maravillosos y de diseño en  donde no entra ni un adolescente. A lo mejor con pequeños lugares buscando marcos de gestión diversos (también existe) podríamos tener una red en cada ciudad de espacios jóvenes que sirvieran de punto de encuentro, y dinamizadores/as juveniles que potenciaran todo aquello que nos interesa trasladar a las personas adolescentes.

Pero existe miedo, miedo a que fumen porros en la puerta. Miedo a ver qué hacen dentro, a que los vecinos/as protesten… Puede que sea la palabra que más define nuestra relación con los y las adolescentes: miedo.

Y a estos lugares podrían ir cuando quisieran, sin presión alguna sabiendo que allí va a encontrar un ambiente amable y con sus iguales. Y claro,  no podremos llegar a todos/as, salvo que de repente se destinen presupuestos a esta historia y haya uno o varios centros en cada barrio y con los y las profesionales oportunos, de aquellos/as que sienten que es mejor estar cerca de sus destinarios/as que en un despacho todo el tiempo.

Si seguimos haciendo cada uno las cosas a nuestra bola conseguiremos lo mismo que hemos conseguido estos últimos cuarenta años. Para algunos/as será suficiente, para mi es paupérrimo porque con sólo coordinación se podrían conseguir muchas más cosas.

Pero antes que nada deberíamos plantearnos  qué queremos lograr.  Al final parece que no hemos avanzado mucho de lo de “mientras estén ahí no están pegándole  pedradas a los gatos”. Pues nada, sigamos llenándoles la semana de actividades entre todos y todas hasta que salgan saturados/as de adultos/as, de padres y madres, de profesionales, de ONG´S y de administraciones públicas, si no lo están ya.

¿Y cuál sería para mí la fórmula, dicha así de forma rápida y a modo de resumen?

-          Educadores/as sociales en todos los centros de secundaria cuya misión no sólo fuera estar en su despacho esperando si viene alguien con un problema sino estar en conexión con su entorno y con todo lo que se hace. Que programara actuaciones en función de las necesidades detectadas por un órgano de coordinación y que tuvieran tiempo efectivo (no sólo los recreos) para conectar con el alumnado. Y si hay que trabajar por la tarde, se trabaja. Y, por supuesto, empleando metodologías participativas.
-          Un órgano de coordinación municipal en donde todas aquellas entidades e instituciones que trabajan con adolescentes pudieran coordinar lo que se hace de forma trimestral, compartiendo proyectos que se llevan a cabo.
-          Espacios jóvenes abiertos y diversos que sean un lugar de encuentro para adolescentes de todo tipo. Centros juveniles que no hace falta que sean de diseño ni tengan premios de arquitectura; con cuatro paredes y wifi es suficiente para empezar y, por supuesto, con profesionales de la dinamización juvenil cerca. Por cierto, no es necesario que les ofrezcamos una retahíla de actividades diarias, lo importante es saber para qué hacemos esas actividades y por qué, no las actividades en sí mismas. Lo principal, crear vínculos con chicos y chicas sin entrometernos, que sepan que nos tienen ahí y que nos preocupamos. Si no sabemos quiénes son y cuáles son sus preocupaciones, dejando las nuestras a un lado, lo que hacemos no lo haremos por ellos y ellas sino por nuestro trabajo, por nuestra institución, organización o empresa.
-          Especial atención con adolescentes con diversa problemática sin que eso suponga estigma alguno.

Hago esta reflexión como autocrítica a todos/as para que nos paremos a pensar qué estamos haciendo  y cuál es la mejor forma de intervenir sin pisarnos, sin solaparnos y  con la mirada centrada en lo auténtico importante: chicos y chicas.

Creo que con un poco de sentido  común y recursos  sería suficiente.


Como siempre escribo al tirón y esto es lo que ha salido y así lo publico. Espero que, al menos, sirva para reflexionar y, si queréis, dejad  vuestras impresiones. 

5 comentarios:

  1. Toda la razón del mundo, Juan. En mi barrio existen 5 programas destinados a adolescentes subvencionados entre Ayuntamiento y Junta y sólo sabemos del nuestro haciendo básicamente las mismas actuaciones todos. A veces creo que sólo valen para darnos trabajo y como mantenimiento de empresas y asociaciones. Un desastre. Como te dije hace tiempo este blog es un oasis en el desierto, hablando claro y a la vez dando propuestas. Desde Sevilla con cariño.
    Antonio.

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    1. Gracias por tus palabras, Antonio. Pues sí, esa es una de las cuestiones y creo sinceramente que tendría una fácil solución, pero no hay manera. Saludos y espero que sigas pasando por aquí.

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  2. Me ha gustado mucho esta entrada, pero lo que expones sobre la coordinación es imposible. No porque no se pueda hacer sino porque un Concejal pisotea a otro, una asociación a otra,una empresa a otra y en realidad y en general (no siempre es así, seamos justos) lo que menos importa son los jóvenes. Lo veo todos los días en mi trabajo y es lamentable no poder hace nada. Saludos.

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  3. Estoy contigo, la charla es el método más absurdo que existe para emplearlo con adolescentes, pero cada vez que se inicia una actividad de sensibilización no se ocurre una cosa mejor que dar charlas.

    Ander García.

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  4. Gracias, anónimo y Ander, por vuestros comentarios. Sí, es triste observar lo que dices cuando ves que están más pendientes de su cuota de salida en prensa que de otra cosa. No sé si es un signo de los tiempos o es directamente una lacra para la sociedad, pero no olvidemos que nadie les dice nada, ni pasa nada. Y sí, lo de las charlas ya es como aquel que si dio un coscorrón en la pared y cuando vio que le salia sangre lo mejor que se le ocurrió es seguir dándose porrazos en el mismo sitio a ver, si de esa forma, se le paraba la hemorragia. En fin, nosotros y nuestros despropósitos asumidos. Saludos a ambos.

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