Vaya por delante mi firme convicción de
que las asociaciones, sobre todo aquellas compuestas por jóvenes, son un cauce
de participación fundamental para cualquier sociedad que se precie de serlo.
Sin asociaciones los sistemas democráticos son huérfanos a la deriva en manos
de la voluntad, buena o mala, de los políticos y ésta situación no es buena
para nadie, tampoco para los partidos.